28/6/12

Javi Oms (España)

Siete días como jurado popular

Javi Oms
Periodista de El Mundo.es

Extractos:

Intoxicado por años de ficción televisiva, a lo mínimo a lo que aspira uno al ser escogido como miembro de un jurado popular es a sentirse objetivo de un sicario, a que le maten al perro o a que un detective le registre hasta el cajón de los calzoncillos y las drogas en busca de miserias con las que desacreditarle. Sin embargo, ni el producto de factura más exquisita del canal HBO lograría trasladar a los hogares la delirante realidad de un jurado popular a la española.

Siete días como miembro de uno de ellos son suficientes para constatar que la «experiencia única» ―así bautizada, sin más adjetivos, por funcionarios y togados que ejercen de guías y, si cabe, de niñeras― debería ser considerada como una obligación para todos los ciudadanos. No para ese políticamente correcto acercamiento de la Justicia al pueblo. Ni para constatar lo complicado que resulta irse a dormir tras el veredicto sin la inefable sensación de haber condenado a alguien con frívolas prisas por recuperar la rutina. No. El jurado popular debería ser obligatorio para que todos los ciudadanos se dieran cuenta de lo arriesgado que resulta dejar buena parte del sistema judicial en las manos de nueve personas escogidas en sorteo y legas en derecho, otorgarles conceptos tan importantes como los de «presunción de inocencia» o «imparcialidad» y pretender que no acaben blandiéndolas a lo loco como un mandril haría con un palo. Como si fueran armas cargadas, deben tutelarse de cerca.

Por esa misma razón resultaron tan encomiables los esfuerzos del juez quien, sin ser consciente de lo infructuoso de los mismos, culminó su discurso antes de las deliberaciones con el latinajo ―in dubio pro reo― que soporta todo el derecho penal y que poco éxito tuvo en la deliberación a la que se sometió el jurado. Unas 24 horas ―comida, cena, desayuno y decenas de cigarros incluidos― durante los que los nueve miembros del Tribunal del Jurado ―siete hombres y dos mujeres arrancados de sus quehaceres a 67 euros el día― parieron un veredicto que muchos se traían cocinado desde su sofá y adornado con conspiraciones que ni la más dura de las acusaciones siquiera habría imaginado.

Que no existiera debate no evitó, no obstante, momentos de gran tensión. Sobre todo cuando la selección española parecía atascada ante Croacia. O cuando el camarero del hotel en el que pasaron una noche incomunicados les informó de que la ensalada era primer plato único y que los licores ―pese al vino tinto del que dieron cuenta― estaban vetados a los miembros de los jurados que, semana sí, semana también, pasan por aquel hotel costero a 30,70 euros de Barcelona.

El veredicto: culpable. Sin matices, pese a que cabían. Duro y por mayoría, que no unanimidad, y casi sin disensiones por la timidez y congoja de unos y la verborrea de otros. Ninguno quiere repetir la «experiencia única». El secreto obligado sobre las deliberaciones castra lo visto por este periodista, pero no la sensación de que habría que revisar el pulso de un matrimonio forzoso y mal avenido entre pueblo y Justicia.

Enlace: Versión On Line

Matrimonio forzoso y mal avenido (entre el pueblo y la justicia)
Por Javi Oms

Blog Barrio Chino
28 de junio de 2012

9/6/12

Diario El Tiempo (Argentina)

Juicio por jurado

Diario El Tiempo
Azul - Argentina

Extractos:

El proceso se desarrolla como es tradicional, con los fiscales que investigan, aportan las pruebas para que el imputado sea declarado delincuente. Y luego el juez escucha los testimonios, recibe toda la prueba que aporta la defensa y la acusación y dicta sentencia. Pero aquí viene la cuestión. Previo al dictado de la sentencia un jurado de 12 personas titulares y 6 suplentes elegidos por sorteo del padrón electoral tienen la función de declarar culpable o inocente al acusado. Y para eso se vota sin expresar fundamento alguno. El juez, en el caso de declarar la culpabilidad, tiene que fundar la pena que le aplicará.

Esas 18 personas elegidas al azar pueden ser locos, perversos, psicópatas, débiles mentales, con antecedentes penales, careciendo de un mínimo conocimiento de lo que es el Derecho. Por eso actúan impulsados por su sentido común. Algunas veces lo pueden hacer por capricho, una mala digestión, la opinión de una tía, la portada de un diario, o lo que escucha en la calle. Entonces ¿qué garantía tiene una persona que conduce un vehículo y una moto lo atropella de atrás y muere su conductor? Ninguna. Porque la sensiblería de una vida que desaparece supera todo razonamiento legal.

La justicia no puede estar propensa a lo que diga la gente, a los sentimientos, a los impulsos emocionales, sino que tiene que aplicar el derecho frente a un hecho, lo que se llama la tipicidad. Por algo se la representa con una venda en los ojos.

El juicio por jurados es promocionado como el sistema más democrático, avanzado, progresista y justo, para la administración de la justicia penal, pero es, según un magistrado, el más tiránico, primitivo, retrógrado e injusto concebido en occidente.

Los jueces tienen que fundamentar sus sentencias y firmarlas. En cambio los miembros de un jurado dictaminan anónimamente y sin fundamentarla.

Si los jurados se componen según una lista de personas que se inscriben previamente, que tienen conocimientos jurídicos, y cada uno funda su opinión, podría ser contemplado. Pero como está escrito en el proyecto sería una afrenta a todas las personas que estudiaron derecho. No solamente a los miembros del Poder Judicial sino también a los abogados, porque por más que cumplan su misión de defender al cliente con pruebas sólidas y valederas, todo este trabajo se ve desmoronado por un sentimentalismo antijurídico.

Esperemos que los legisladores de esta provincia se asesoren con miembros de los Colegios de Abogados y con los del Poder Judicial. Luego mediten serenamente sobre la conveniencia o no de sancionar esta ley. Y lo haga cada uno empleando el sentido común y no acatando la decisión del bloque.

Enlace: Diario El Tiempo

Enlace: Diario El Día

Juicio por jurado
Por Ignacio Correa

Diario El Tiempo
Editorial 9 de junio de 2012